viernes, 29 de marzo de 2013

Los desahucios; cataclismo emocional




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Transcripción de mi exposición en la conferencia organizada por la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) el 30 de noviembre de 2012 en el IES Río Verde de Marbella.
A la hora de preparar esta exposición me ha resultado muy difícil separar el ámbito psicológico-emocional del ámbito social, ya que ambos, en relación al problema de los desahucios, están íntimamente ligados e interactúan conjuntamente. Por eso me he permitido la licencia de adoptar un punto de vista psicológico-social, evitando el exclusivamente psicológico como me habían pedido desde la plataforma, por considerarlo demasiado reduccionista ante el problema que estamos tratando.
Si una persona no puede pagar su hipoteca, esta persona tiene un problema.
Si miles de personas no pueden pagar su hipoteca, el banco tiene un problema.
Si cientos de miles de personas no pueden pagar sus hipotecas, el país tiene un problema.
Esta es una pequeña reflexión que nos ayuda a entender que existe un problema que por afectar a tantos miles de personas nos afecta a todos, hayamos o no perdido nuestras casas, estemos o no en riesgo de perderla. Como problema de la comunidad debemos afrontarlo conjuntamente. A continuación ofreceré unas estadísticas que nos ayudarán a situarnos ante la magnitud del problema.
Cifras de desahucios desde el comienzo de la crisis en 2008 (fuente programa Informe Semanal de TVE)
400.000 ejecuciones hipotecarias!
350.000 desahucios!
532 desahucios diarios!
185.000 familias desahuciadas y se esperan que sean 500.000 a finales del 2015!
Estas cifras astronómicas demuestran que el problema de los desahucios no es sólo de aquellas familias que están por perder o han perdido sus viviendas, es un problema de todo el país, y muy serio. Todos debemos tomar conciencia de ello si como país queremos salir bien parados de esta y en ese sentido veo muy acertada la actuación y la reacción de la PAH, que lo ha visto y entendido así.



Anatomía emocional de un desahucio.
El desahucio supone un trauma psíquico y social, un acontecimiento vital estresante, causante de un sufrimiento psicológico sin precedentes. Este sólo puede ser comparable al dolor psíquico producido por la muerte de un hijo.
A continuación detallo la factura psicológica que a menudo se deriva de la pérdida de la vivienda:
  • miedo y pavor
  • indefensión, desamparo e impotencia.
  • intensa sensación de fracaso.
  • sensación interna de que todo se desmorona, de que todo se acaba, que sobreviene el vacío (esta sensación de afrontar la nada nos puede hacer comprender que haya personas para los que salir por la puerta de su vivienda acompañadas del agente judicial no sea diferente a salir tirándose por la ventana).
  • bloqueo físico y mental, paralización y extenuación.
  • rabia, ira, resentimiento, envidia y odio.
  • tristeza y melancolía
  • ultraje, injusticia, escarnio y humillación.
  • culpabilidad y vergüenza.



Todos estos sentimientos y emociones no pocas veces desembocan en trastornos psicológicos de diversa índole:
  • ansiedad, angustia, ataques de pánico, agorafobia
  • depresión mayor
  • adicciones
  • desplome del autoconcepto y la motivación
  • falta de ganas por vivir (ideación suicida)
  • afloramiento de todo tipo de patologías mentales y trastornos psicológicos latentes (no activos mientras se lleve una vida normalizada donde las necesidades básicas están cubiertas)

Factura psicosocial de la pérdida de la vivienda.
  • ruptura de la pareja o de la familia
  • gestación de toda una generación antisocial resentida con la sociedad
  • fracaso escolar
  • precariedad económica, pobreza, marginalidad, criminalidad
  • exclusión social, indigencia, muerte civil

El desahucio como la culminación de un proceso de pérdida
La pérdida de la vivienda puede ser entendida como la culminación de un proceso de pérdida que se inicia tiempo atrás con la pérdida del trabajo o negocio, perdida de los ingresos o ahorros, pérdida de la familia o amigos, pérdida de la salud, pérdida de la autoestima y de la dignidad. El afectado considera su vivienda como su posesión más preciada y necesaria, a la cual le resulta imposible prescindir, por lo que suele agotar e invertir todos sus recursos para evitar su pérdida. Cuando se viene a perder la vivienda es porque se ha perdido todo. La pérdida de la casa es la constatación fehaciente de que se ha perdido todo, significa la pobreza extrema y conduce a la exclusión social, a la marginalidad y a la criminalidad. Este proceso puede significar una degradación inimaginable del afectado tanto a nivel emocional como social.
La consecuencia extrema de la pérdida de la vivienda es la indigencia, el gran miedo de los afectados por esta lacra social. La indigencia, junto con el suicidio derivado de la pérdida de la vivienda, son los hechos que realmente remueven más conciencias y están causando más alarma social.

Recorrido por el valor psicológico de la vivienda
Nuestra vivienda tiene una función psicológica que tiene que ver con nuestra identidad. La vivienda es una referencia esencial en la vida de toda persona. La vivienda se convierte con el paso del tiempo en un receptáculo de nuestra memoria individual y familiar. Si perdemos nuestra vivienda perdemos en gran parte nuestra identidad, nuestra historia, nuestro pasado. Esto es particularmente así en un país como el nuestro con una tradición cultural de apego a la vivienda.
Sobre todo en entornos rurales la casa, la vivienda, ejerce de nexo de unión entre generaciones de una misma familia, ya que alrededor de esa casa, se ha construido la propia identidad familiar o personal.
El dolor por la pérdida de la casa viene incrementado por el dolor de perder, de modo simbólico, nuestro pasado. De hecho la pérdida de la vivienda puede vivirse por quien la sufre como una auténtica mutilación psíquica provocadora de un desarraigo emocional. Me gustaría señalar un hecho que puede resultar chocante y es el menor sufrimiento de los niños en cuanto al sufrimiento provocado por la pérdida de la memoria, ya que como es lógico por su menor edad no cuentan con tantos recuerdos asociados a la vivienda como los adultos. Otra cosa son las penalidades que se derivarán del empeoramiento de sus condiciones de vida que sí pueden llegar a ser extremas.
Esta cultura histórica de apego a la propiedad de la vivienda tan española contrasta con la predominancia del alquiler sobre la propiedad de la mayoría de los países del norte de Europa, como Suiza, Alemania o los países escandinavos, en los que la cota del alquiler alcanza casi el 85% mientras que en España supone el 15% aproximadamente. Quizá la descomunal crisis de las hipotecas que estamos padeciendo nos haga replantearnos dicha obsesión por la propiedad de la vivienda.

Papel de la familia en la crisis de los desahucios
Resulta insólito la entereza social con la que nuestro país está soportando las altísimas tasas de desempleo, pobreza y desahucios. ¿Cómo es posible poder transitar aparentemente inmune por esta crisis sin predecentes? Y es que no parece que haya una correspondencia entre la situación social y las cifras. Estas serían sencillamente inasumibles en otros países desarrollados y más que suficientes para hacer tambalear su orden social, político y económico. Creo que el misterio de esta extraordinaria resiliencia como sociedad pueda residir en el papel central que aun juega la familia en nuestra sociedad. Como país de religión católica y tradición cultural judeocristiana nuestro modo de entender la vida pasa por mantener unos intensos vínculos entre los miembros de la familia, al igual que ocurre en países de nuestro entorno, como Italia, Portugal, Francia e Irlanda. Creo que es esta red familiar solidaria la que de alguna manera está amortiguando el drama de la pobreza en España. Ante la iniquidad de los poderes fácticos queda instituida así la familia como el último bastión salvador ante la pobreza, la exclusión social y la indigencia. En este sentido los datos son reveladores; más de la mitad de los 30.000 personas indigentes que duermen en nuestras calles son extranjeras. Sin embargo convendría no abusar de esta capacidad ya que no queda claro hasta que punto esta solidaridad familiar y social tendrá aun capacidad de seguir amortiguando el zarpazo de la crisis y de lo que aun está por venir, que se vislumbra catastrófico.



Etapas emocionales de un desahucio
Negación del problema: esta es una estrategia psicológica defensiva que trata de mitigar el sufrimiento pero que resulta poco adaptativa y puede agravar la situación al impedir tomar las decisiones oportunas. El afectado tiene una sensación de irrealidad que de alguna forma le protege y le ampara. En términos no clínicos se conoce como la estrategia del avestruz que ante el peligro esconde la cabeza bajo la tierra. Los afectados afrontan una realidad tan espantosa que no conciben que se haga realidad y esperan que un milagro o acontecimiento extraordinario de última hora le salve.
Shock o trauma: la persona se ve desbordada por el miedo, el pavor, la desorientación y la confusión y es incapaz de tomar decisiones y reaccionar adecuadamente. Se produce un bloqueo en todas las esferas de la persona.
Desesperación: la rabia, la ira, la envidia y el resentimiento invaden a la persona. Estas es también una estrategia defensiva que se activa para tratar de evitar el dolor y el sufrimiento. Resultan también poco adaptativa.
Depresión: el abatimiento sobreviene cuando se constata la realidad. La sensación de derrota y vergüenza embargan al afectado. Se empieza a asimilar la realidad de lo ocurrido.
Aceptación: asimilación de la realidad y recuperación
Esperanza: cuando se constata que un futuro, un mañana es posible
Me gustaría señalar a la vergüenza como el sentimiento que probablemente se de en todas estas etapas y que conduce, fatalmente, al ocultamiento del problema ante vecinos, familiares y amigos, impididiendo pedir ayuda en pro de conservar intacta la honorabilidad. La vergüenza surge del convencimiento de encontrarse en una situación fruto de un fracaso personal o familiar, del que el propio afectado es responsable. Los psicólogos debemos hacer comprender al afectado la verdadera naturaleza del problema más allá de las responsabilidades particulares y ayudar a concebir el problema como un auténtico naufragio colectivo y un verdadero  fracaso a nivel social y político del conjunto de la sociedad.




¿Cómo podemos los psicólogos ayudar a los que han perdido su viviendaProbablemente se da una gran confusión en la población general ante el papel que los profesionales de la salud mental podemos desarrollar en estas circunstancias. Esta función no es ni mucho menos comparable al trabajo que ejercen los psicólogos clínicos ante patologías mentales o trastornos psicológicos. La perdida de la vivienda es un evento vital estresante tan intenso que nuestra labor en estas situaciones podría compararse a la que ejercemos en caso de emergencias y catástrofes. La intervención del psicólogo no tiene como objetivo rebajar el dolor ni el sufrimiento, ni ayudar a llorar, pero sí puede ayudar a manejar crisis agudas de ansiedad o fuertes sentimientos de desesperanza e indefensión. Puede ayudar a orientar pautas y estrategias de afrontamiento a medio y largo plazo. También contribuye a superar la negación y el bloqueo ante la necesidad de tomar decisiones.
A continuación enumero las tres funciones que realizamos los psicólogos ante esta problemática:
  1. Función informativa: tiene como objetivo informar al afectado sobre la situación lo más clara y comprensible posible. Ayudar a asumir la realidad.
  2. Función preventiva: tiene como objetivo estimular la toma de decisiones, la resolución de conflictos y la gestión del estrés, para limitar dentro de lo posible las consecuencias negativas del suceso.
  3. Función de acompañamiento: tiene como objetivo intentar modular las consecuencias psicológicas y emocionales del suceso, ayudando a enfocar de forma adaptativa la espera, la incertidumbre, los trámites legales y en general todos aquellos aspectos que habitualmente pueden generar confusión y embotamiento psicológico ante esta situación extraordinaria.

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